La culpa

“Todos tenemos demonios en los rincones oscuros del alma, pero si los sacamos a la luz, los demonios se achican, se debilitan, se callan y al fin nos dejan en paz”

Isabel Allende

Este relato forma parte de una colaboración con Llanos (Cajón desastre).

La primera vez que ocurrió fue aquel invierno en la montaña. Cuando me preguntaron, repetí una y otra vez que la había avisado. Pero no es verdad, fui incapaz de decirle que el hielo estaba a punto de quebrarse bajo sus pies.

Seguí allí plantada, en la orilla, mirando cómo mi prima se acercaba muy despacio al centro del lago, un pie detrás del otro, sin perder el equilibrio en ningún momento; observando cómo la grieta que originé al intentar seguirla avanzó mucho más rápido de lo que pude reaccionar.

Si hubiera sobrevivido, estaría orgullosa de lo lejos que caminó sobre las aguas.

A partir de entonces, la culpabilidad se instaló dentro de mí y se transformó en la visión constante de mi prima allá donde fuese. La veía caminando de un lado a otro de la habitación cuando me iba a dormir. Si salía de casa, la encontraba cruzando la calle delante de mí, con el mismo paso lento y seguro que la llevó a su muerte.

Sin embargo, de la misma manera que nunca admití que el pánico me hizo culpable, tampoco conté que su presencia seguía conmigo y que mi mirada perdida la enfocaba solo a ella.

Hasta que dejó de ser la única.

El chico que se saltó aquel semáforo en rojo comenzó a perseguirme como lo hacía ella. Recuerdo que aquel día llegaba tarde al trabajo y mi pie pisaba el acelerador más de lo que debería, como si nada pudiese interponerse en mi camino. Pero él lo hizo. Creyó que su bicicleta no sería tan lenta o, quizás, pensó que mi reacción sería más rápida. Se equivocó. Y ahora me lo recuerda cada día.

También me acuerdo de que en el instante en que choqué con él, mi prima dejó de caminar y me miró inexpresiva desde la distancia.

***

Años después, estoy aquí, sentada frente a la ventana, en una habitación vacía donde en realidad apenas cabe nadie; sola y a la vez rodeada de un montón de gente que continúa su vida a mi alrededor tal y como la dejó.

Así que creo que ha llegado el momento de hablar para que mis demonios salgan a la luz y me dejen en paz por fin.

Deja un comentario